En cada partido de la Selección Mexicana o de la Liga MX, las redes sociales se llenan de comentarios extremos. Si un jugador tiene un mal partido, lo llaman “tronco”; si tiene un buen juego, ya lo quieren en Europa. Así de cambiante es el juicio del público nacional. Un entorno que, más que crítico, a veces se vuelve sofocante para quienes apenas comienzan su carrera.
No es raro ver a jóvenes talentos siendo reventados por fallar en un amistoso, para después ser idolatrados cuando triunfan en el extranjero. El problema no es la crítica: es la forma en que se hace, muchas veces con burlas, odio e impaciencia. Se exige perfección, pero se olvida que los jugadores también necesitan margen de error para crecer.
¿Realmente ayudamos a nuestros talentos a madurar, o les metemos miedo desde el primer toque? Exigir es válido, pero crucificar a cualquiera por un error no construye. ¿Somos exigentes… o tóxicos disfrazados de apasionados?